Moizéfala la desdichada, o el verdadero cine chileno

Estoy muerto / 
Las sombras no me dejan ver / 
Y mi vida / 
Haría a un monje renunciar a su fé / 
Mis anhelos
 hacen aún más lamentable el deseo /
 Y mis sueños / 
Se han repetido tanto / 
Prefiero seguir despierto / No puedo convencer a mi alma
 a que espere / Esperando cartas de amor
que sin su luz son sólo illusion /
 Sé que las escribe el dolor / 
Palabras que me dejan sin voz
Álvaro Henríquez, Moizéfala

Cuando se supone que la alegría llegaba, la noche santiaguina parecía revestida de una alegre melancolía. Mucha electrónica, desenfreno y todo aquello que es una forma de mostrar la tristeza del alma humana con tal de no evidenciarla.

Las noches solían pasarse de bar en bar, clandestinos muchos ya que los militares desde sus escritorios no dejaban de vigilar el orden y la moral, labor que después otros se encargarían de hacer empaquetados en sus uniformes, esta vez civiles, pero uniformes al fin y al cabo.

Una de las animadoras de aquellos años era Candy Dubois, quien alguna vez fuera hombre, y que se encargaba de entretener y prender las noches santiaguinas en Le Trianon, lugar donde las plumas, los chicos maquillados y la bohemia convivían libremente.

Algunas fotos dan cuenta de aquellos años de resaca, pero quizá el único documento audiovisual que recrea aquel universo es “Moizefala, La Desdichada”, una película hecha entre amigos y para amigos. El grupo conformado por Álvaro Henríquez, Javiera Parra, Andrés y Germán Bobe, un poco en juego un poco en serio, dan vida a una película completamente anómala, que nunca pretendió llegara  grandes salas sino a convertirse en el “Pink Flamingos” chilena: realizada con muy pocos recursos, instala una fauna freak de un Santiago que no existe mas. Un divertimento inundado por canciones new wave, travestis y transexuales que hablan en japonés.

Candy Dubois debe ser uno de los personajes míticos de la cultura popular urbana. Ex integrante del Blue Ballet, un cuerpo de baile integrado solo por travestis y que deleitaba a los asistentes de diversos centros de espectáculos pasando desde la Tía Carlina hasta el Bim Bam Bum, pronto se hizo su fama en las pacatas noches vigiladas de un Santiago gris y militarizado. Era la verdadera contracultura, que a pesar del estado de sitio y las detenciones por sospecha, continuaba viva de alguna forma.

Hoy la película es un verdadero mito. Candy Dubois falleció a causa de un cruel cáncer linfático y Andrés Bobe, quien realizara gran parte de la banda musical y recordado ex guitarrista del grupo La Ley, falleció en un accidente. La película así es un lúdico momento irrepetible, no solo por los que no están, sino por aquellos que eran capaces de pasarlo bien para ocultar que Chile lo estaba pasando mal, que se convivía con la amargura, la tristeza, la arrogancia de un sistema económico impuesto y que se intuía traería tiempos peores.

Germán Bobe, hermano de Andrés, llevó adelante este proyecto insólito en su momento, quizá sin proponerse que nuestro Cine Club la redescubriría varios años después, no solo como película, sino como documento de un Chile que se nos fue.


Luis Horta
Equipo Cineclub Universidad de Chile

Fuente: cineclub.uchile.cl

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